Geografía de Guipúzcoa
Serapio Mugica Zufiria (1854-1941)
 
  691/ En San Sebastián se ha cultivado también como espectáculo el deporte de la aviación. Ello sucedió por vez primera el mes de Marzo de 1910, en que se contrató al aviador francés Hubert Le Blon para que en la bahía de la Concha hiciese algunas experiencias de este peligroso deporte, cuya novedad atrajo gran número de forasteros. En Ondarreta se dispuso el campo de aviación, se construyeron cobertizos para el aparato Blériot que había de montar Le Blon y se cerró el arenal en forma que solo mediante previo pago pudieran ser contemplados por el público los preliminares de las experiencias, las salidas y llegadas. .

El día 27 inició los vuelos, que fueron presenciados por enorme gentío que llenó el campo e invadió los alrededores de la Concha. El espectáculo sedujo grandemente por su novedad y belleza, y se repitió el 28 y el 29; Le Blon evolucionó admirablemente sobre la bahía entre las ovaciones de la multitud. Este día 29 el aviador cayó al mar con su aparato, pero ambos pudieron ser salvados sin graves consecuencias.

Prosiguieron las experiencias conforme el tiempo lo permitía; banderas de diversos colores, colocadas en distintos puntos de la ciudad, anunciaban al público si el espectáculo se celebraría o no. El 3 de Abril, cuando Le Blon había terminado sus compromisos, por dar una prueba de simpatía hacia los donostiarras quiso realizar un vuelo extraordinario, y a las tres y media de la tarde, sin previo aviso a nadie, se elevó en su monoplano; un minuto más tarde, cuando el aviador se hallaba a unos treinta metros de altura, el aparato /692/ dio una vuelta de campana y se hundió en el agua arrastrando al piloto. Acudieron canoas y lanchas a salvar al aviador, pero todos los esfuerzos fueron inútiles; de nada sirvieron la presteza de quienes acudieron ni los esfuerzos de los médicos. Le Blon estaba muerto. Al día siguiente se verificó la conducción del cadáver a la estación del Norte, con músicas, coronas y enorme acompañamiento de gente.

El mes de Septiembre del mismo año hubo otra serie de experiencias aéreas. Las inauguró Morane el día 27 con varios vuelos -por la bahía, sobre el frontón Jai-alai, Ulía e Igueldo, en presencia de los Reyes; este aviador dio a conocer en San Sebastián el sistema de bajar planeando. Al día siguiente 28, repitió magníficos vuelos, y durante uno de ellos, cuando el público seguía emocionado los movimientos del inmenso pájaro, el público divisó al aviador Tabuteau que venía desde Biarritz tripulando un biplano. El entusiasmo que el espectáculo despertó en la multitud fue grande, y entre ovaciones ensordecedoras Tabuteau entró en la bahía por entre la isla e Igueldo, llegó hasta el campo de aviación, y en un rapidísimo y magnífico viraje enfiló la curva de la Concha y dio la vuelta entera y aterrizó en medio de grandes aclamaciones. A ambos aviadores, Morane y Tabuteau, el Rey anunció en el mismo campo que les concedía la cruz de Carlos lII.

Un biplano volando por encima del palacio de Miramar [Ilustración no disponible]

Al día siguiente se aplaudió mucho al piloto español Benito Lóigorri, que evolucionó en un biplano Farman, y el público contempló con emoción profunda el espectáculo soberbio que los tres aparatos de Loigorri, Tabuteau y Morane ofrecían al evolucionar a la vez sobre el mar, bajo un cielo limpio y azul.

Siguieron las pruebas los días sucesivos, siempre con éxito: el 30, ascendieron con Tabuteau varios pasajeros, y el 1 de Octubre Loigorri llevó consigo a una distinguida señorita donostiarra; á consecuencia de una parada del motor, el aviador no tuvo tiempo de hacer que su aparato llegara al campo, y descendió /693/ en el agua, cerca de la orilla, sin consecuencias para él, para la señorita ni para el aparato.

En Mayo de 1911 se corrió la soberbia carrera París-Madrid, distribuida en tres etapas: San Sebastián era el punto designado para término de la segunda y principio de la tercera; con ese motivo dispuso las cosas admirablemente, ofreció premios y organizó varios espectáculos de aviación. El día 23 llegó Vedrines a las once de la mañana y ganó la copa de San Sebastián ofrecida por el Aero Club para el primero que llegase a la capital; más tarde llegó Garros, que perdió tiempo a causa de un aterrizaje en el Jaizkibel por falta de gasolina, y en cambio ganó por ese incidente la medalla que el Círculo Mercantil ofreció al primero de los aviadores que tocase tierra española; a las seis de la tarde vino Gibert, y al mediodía del 24 llegó Granel.

Un accidente en el Concurso de hidroplanos...(I. no disponible]

El 26 por la mañana se les dio la salida para que recorrieran la tercera etapa, a Gibert, Garros y Vedrines; Granel no siguió el viaje. Pudiéramos narrar muchas incidencias del paso de estos aviadores por los diversos pueblos de Guipúzcoa, pero baste decir que despertó enormemente la curiosidad de todos los guipuzcoanos, que desparramados por las montañas contemplaron los vuelos atrevidos de los afortunados y auxiliaron con verdadera solicitud a quienes necesitaron de sus servicios. La carrera la ganó Vedrines.

En Febrero de 1912 Garnier realizó algunos vuelos y un viaje San Sebastián, Pasajes, lrún, Hendaya, y vuelta en 35 minutos; fue el primer aviador que atravesó la frontera por los Pirineos, pues los predecesores llegaron por el mar o por ferrocarril.

En Abril del mismo año se vio maniobrar el primer hidroplano en San Sebastián; lo capitaneaba Paulham, quien llegó de Hendaya en seis minutos el día 17; El 25 de Marzo de 1913 pasó Marcel Brindejonc, que iba de París a Madrid. El 8 de Junio fue de Ondarraitz (Hendaya) a San Sebastián en su aparato Matius Terce, y aunque llegó al campo de Ondarreta, volvió sin aterrizar. En Septiembre de 1913 hubo concurso de hidro-aeroplanos, al que /694/ asistieron varios aviadores. El 1º de Mayo de 1914 pasó Salvador Hedilla en un monoplano, de Ondarraitz a Zarauz.

El 16 de Marzo de 1914 comenzó otra semana de aviación en San Sebastián. Se contrató para los vuelos a Hanouille, quien causó verdadera sensación con sus vuelos invertidos y sus rizos y espirales inverosímiles. Pero el segundo día de pruebas sufrió un accidente que le costó la vida; llevaba quince minutos en el aire, cuando desde 150 metros de altura cayó al centro de la bahía el aparato, de cabeza, y dio vuelta completa dejando debajo al aviador . El cadáver no fue hallado hasta unos días después.

En la organización de muchas de estas pruebas aviatorias ha tomado parte muy activa el «Real Aero Club», que tiene su domicilio social en la Alameda, número 9.
 
   
 
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